Transcribo literalmente las
contestaciones de ayer de la Sra. Cospedal, a 3 preguntas que le realizaron unos
periodistas, sobre la situación laboral del Sr. Bárcenas con el PP y al confuso
concepto de su indemnización. Los puntos suspensivos corresponden a silencios o
tropiezos en sus declaraciones y no a frases omitidas:
“La indemnización que se pacto, fue una indemnización en diferido. Y
como fue una indemnización en diferido…en forma efectivamente de simulación…de
simulación o de lo que hubiera sido en diferido en partes de una…de lo que
antes era una retribución tenía que tener la retención a la Seguridad Social… es
que sino hubiera sido…ahora se habla mucho de pagos que no tienen retenciones a
la Seguridad Social ¿verdad? Pues aquí sí que se quiso…se quiso”
“La controversia la tendrán ustedes…yo…perdónenme, con toda amabilidad
y con todo el respeto yo no tengo ninguna controversia. Este señor, como sabe
todo el mundo dejó de prestar servicios en el Partido Popular y dejo de ser
tesorero del Partido Popular y dejo de ser senador del Partido Popular en el año 2.010…es que controversia no hay
ninguna”
“Vamos a ver, mire, creo que ya me han preguntado 4 o 5 preguntas sobre
la indemnización, y me van a perdonar, pero la doy por contestada, la doy por
contestada. Yo he podido ser más o menos correcta o más o menos brillante en mi
contestación o en todas las contestaciones que he dado, pero la doy por
contestada.”
Nada más escucharlas, y sé
perfectamente porqué, me ha venido a la memoria el famoso diálogo entre Groucho
y Chico Marx en su película Una Noche en la Ópera, aquel de: “La parte
contratante de la primera parte…”
Vivir en un país, donde los miembros
de su clase política son capaces de pronunciar declaraciones como esta, es un
acto de absurdo tesón y constante resignación y desilusión. Si además, corresponden
a un caso de corrupción tan evidente y sangrante como el que nos ocupa, pues
con muchísima más razón. Tanta, como desamparo al escucharlas.
Es una bofetada en toda nuestra
cara, que el pago que recibimos a los asfixiantes esfuerzos diarios para
sobrevivir cada mes, conservar un trabajo o encontrarlo y no pasar hambre ni nosotros
ni los nuestros, sea que te expliquen un
flagrante delito de esa manera. Como que te llamen imbécil y gilipollas porque
te has tirado encima del coche que te acaba de atropellar cruzando un paso de cebra.
Y no son solo estas
declaraciones. Basta con leer un poco la prensa cada día para ver que, tanto
los de un lado, como los de otro, han rebajado hasta tal extremo la exigencia
de su función, de su responsabilidad y de su capacidad para sentir vergüenza de
sí mismos, que se sienten avalados para hablar de lo que sea y como sea, sin el
más mínimo respeto a los ciudadanos, a la credibilidad, a la coherencia y a la
consistencia que nos merecemos.
Ya no es algo observable únicamente
en politicuchos de baja estofa, de escaso recorrido neuronal y amplía genética ovina
y cerril. No, esto se está convirtiendo en habitual en una amplia masa de
políticos, empresarios de supuesto postín, responsables de sindicatos, portavoces
diversos, ex aparentes y confesos y un largo etcétera, tan dispar como variado.
Antaño, al alcalde, al cura, a la
Guardia Civil y al potentado –no sé si en este orden precisamente, tanto da-,
siempre se les tenía que dar la razón. Su dictadura de prestigio y silencio
eran incontestables. Sus ciudadanos lo eran desde la distancia infinita que
imponía su caciquismo, sus privilegios y el mundo cerrado que, con todo el celo
e interés, se preservaban y perpetuaban para ellos mismos.
No tengo muy claro que hayamos
cambiado mucho. Hoy a todo eso lo llamamos desafección, descrédito de la clase
política, falta de capacidad de liderazgo y confianza.
Mi abuelo solía decir: “Tú si
quieres hijo, lo llamas hambre. Para mí, son ganas de comer”
manda güevos y esta gente no tiene que gobernar
ResponderEliminarAntes que nada disculpas por el retraso en responderte Anónimo. Cuando una semana se complica...se complica de veras.
ResponderEliminarEfectivamente, esta es la calaña de gente que nos tiene que gobernar, pero no hay que olvidar que, aunque es imposible anticipar la sinvergonzonería y desfachatez humana, somos nosotros los que les hemos elegido.
Y esto no debe servir para resignarnos, sino para aprender, cada cuatro años, para que debe servir nuestro voto en las siguientes elecciones.
Un saludo y gracias anónimo.