Pues ya sonó la campana y estamos en el mismo sitio.
Ayer jueves se cerró el plazo para la presentación de ofertas no vinculantes a
la subasta de Catalunyacaixa y aunque no hay unanimidad en la prensa sobre el
número exacto de ofertas presentadas, en función de sí se confirma o no la de
BBVA, sí lo han hecho Santander, Popular
y Sabadell.
Por supuesto que nada se sabe del “precio” que están dispuestos
a pagar. Y mucho menos, si coincide con las pretensiones del vendedor, recordemos
que 900 ó 1000 millones y un EPA de 1.600 millones en créditos fiscales, o con
la de los compradores, 100 millones o menos, o nada, e incrementar hasta los
5.000 millones el EPA ofertado en dichos créditos fiscales. No olvidemos que
ese EPA incrementaría el déficit público, y se debería añadir a los 26.000
millones que Bruselas, ya ha dado por perdidos de los 37.000 concedidos a la
banca. Vamos, que lo pagaremos todo, todos.
De momento, lo último sabido es que el FROB se tomará
una semana, hasta el próximo jueves 7 de marzo, para estudiar las ofertas
recibidas. Imaginamos que para eso o también, como dijo en su momento su
director general Antonio Carrascosa, para escoger entre la docena, menos una ya,
alternativas que existen con respecto al futuro de este desastre de Entidad. Bueno,
quizás menos dos, ya que siempre queda el volver a paralizar la subasta, aunque
en este caso y de forma inmediata, sería el gobierno –y no el comprador
inexistente-, quién debería acometer el plan de reestructuración marcado por
Bruselas y recogido en el MOU, como condición para permitir su recapitalización
con las ayudas públicas recibidas.
Tanto lío, para estar en el mismo sitio. Porque
teniendo en cuenta la trayectoria de esta subasta, todo lo anterior puede ser
tan cierto como mentira, y no tratarse más que de un paripé -a ellos les valdrá
como justificación “honrosa”, como la aparición sorpresa de los 3.000 millones
en préstamos mal clasificados-, para acceder en silencio a las exigencias que
los compradores han impuesto y así todos “guapos y honrados”: el que vende podrá
decir que no cedió, y el comprador sentirse ganador y llevarse el muerto a casa
y algo más.
Pero mi intención, dedicándole una entrada más en este
blog a Catalunyacaixa, no es hablar de ella desde este nuevo estado de su
situación. No más al menos que el dedicado en el preámbulo anterior.
Desde que este blog se inició, he dedicado varias
entradas a esta entidad. Y las razones son varias. Primero, porque el desastre
y hundimiento que ha vivido una parte muy importante del sistema financiero
español, constituye uno de los episodios más relevantes, a la par que
vergonzosos, de la realidad española de los últimos 30 años.
Segundo, porque como persona y por mi conocimiento
interno de las entidades financieras, siento una profunda repulsión por la intencionalidad,
implicación, impunidad y complacencia con la que se ha favorecido este desastre
y las repercusiones que ha tenido para la sociedad.
Tercero, porque comparativamente a su tamaño, y siendo
la que internamente mejor conozco, esta entidad representa el exponente máximo
del cúmulo de desastres, gestión dolosa y ruina económica, de las entidades
nacionalizadas.
Y por si fueran pocos esas 3 razones, hay una 4 que a
mi consideración es la más cruenta e indignante: ninguno de sus dirigentes,
tanto actuales como pasados, a fecha de hoy, se ha sometido a ningún proceso de
investigación sobre su responsabilidad por el resultado directo de su gestión. Ni
los sindicatos han desempañado suficientemente su papel en tal actuación, ni en
la defensa de los empleados. Tanto unos como otros, permanecen acomodados en el
silencio sereno paciente. Los primeros,
siguen derrochando arrogancia –y “bienes” y poder, más tangibles-, desprecio
por sus empleados y clientes, alardeando de su buena gestión y de lo saneada y
atractiva que es su entidad. Los segundos, reclamando serenidad y paciencia o
recomendando a sus afiliados que inicien por su cuenta las acciones que
consideren.
Ambas partes, Dirección y Sindicatos, se sienten
cómodos con este “laissez faire, laissez passer”, sólo que en este caso, a
diferencia del origen de la frase, aquí sus partícipes están plenamente a favor
de la intervención del estado. O bien porque a unos les dejará impunes de sus fechorías
y con los bolsillos a rebosar de dinero, o bien porque a los otros les permitirá
venderse como retóricos de la lucha por arrancar un par de días más a las
condiciones de un ERE, que en realidad, debería ser denunciado nada más presentado,
porque el culpable de tanta quiebra y tanta pérdida no es la coyuntura ni el
destino, sino responsabilidad de esos directivos.
Además de ser un pequeño escritor de un blog, soy
lector de varios. Y de un año a esta parte, coincidiendo con la petición de que
se iniciase la subasta por parte del mismísimo director de Catalunyacaixa: el incalificable Adolf Todó, he podido leer centenares
de manifestaciones de empleados y de personas vinculadas a esta entidad que
juntas, acumulan tal catálogo de desmanes y masacres vividas en su carnes por
su Dirección, que harían palidecer a cualquiera que pretendiese hacer pasar la
quiebra de Catalunyacaixa como algo coyuntural e irremediable.
Y no hablamos de temas banales o de aspectos que bien
pudieran pertenecer a la lógica habitual en la consecución de unos objetivos,
un beneficio, más ventas y mejor resultado. No. Estamos hablando de cosas más
serias.
Estamos hablando de aspectos tan relevantes para una
entidad, como la responsabilidad de su Dirección, en este caso Adolf Todó,
Jaume Masana y el resto de componentes de su Comité de Dirección, de su
política comercial, de su remuneración variable, sus comunicaciones internas,
su política de gasto, su política de precios, sus mandos intermedios, sus
pautas de refinanciación para la
reducción de la demora, su cultura corporativa, etc.
Como he dicho, después de repasar centenares de
comentarios donde de forma anónima –lástima, aunque comprensible- la gente deja
patente su malestar y repulsa, la única conclusión posible es que sus
directivos difícilmente han supuesto referente alguno de autoridad moral y valía
profesional. Y parece lógico que así sea , si como cuentan, sus mensaje fundamental nada más
desembarcar en CX, era que todo lo anterior estaba mal hecho, que ellos eran
los salvadores e implantadores de una nueva y mejor cultura profesional y de
gestión, haciendo además una crítica constante a la mala calidad y actitud de
los empleados de CX que les recibían. Tanto es así, que se les acusa de
acometer una auténtica “limpieza étnica” de muchos empleados de CX en sus
funciones, a favor de empleados de Caixa Manresa –de dónde venían Adolf Todó y
Jaume Massana-, sin más criterio que el “dedísmo” y no su cualificación.
Es fácil también encontrar descripciones de la actitud
chulesca y prepotente de esa dirección al exhibir tanto sus propios méritos, como el contexto y realidad de la situación de CX.
Declaraciones del tipo: “Catalunyacaixa es un puerto seguro”, “El miedo lo
tienen que tener los otros, los que nos compren”, “Si alguien os viene para llevarse
el dinero al BBVA, decidle que al final seremos los mismos y que nosotros les
pagaremos más”,…y tantas otras frases memorables, que han adornado, y siguen haciéndolo,
su mandato. Cómo si se sintiesen inmunes y ajenos a cualquier juicio o
responsabilidad delante de sus empleados y de cualquiera.
Unos empleados que siguen sin entender el por qué de
la fusión de CX con Caixa Manresa y Caixa Tarragona ¿Son ellos los únicos que
no la entienden, o es que entenderla es peor? Y en vista del resultado final de
esa fusión, no han hecho otra cosa que convertir la ignorancia en suspicacia,
malestar y desapego.
Descripciones sobre haber recibido presiones, casi
amenazas de destierro o despido, sino “colocaban” Participaciones Preferentes
como fuera o Deuda Subordinada – y aún hoy siguen haciéndolo con productos de
riesgo similar-, o refinanciaban los préstamos en demora más allá de cualquier
criterio razonable y lógico, únicamente porque había que reducir esa demora,
aunque fuese para aplazarla unos pocos meses, parece que han estado a la orden
del día en las instrucciones y difusión de la política comercial de esta
entidad. Cómo también lo ha sido, una política de precios inexplicable,
considerando la situación de CX, muy por encima de lo razonable, llegando a
pagar unos tipos de interés próximos al 5%. Incoherente, o peor aún,
injustificable.
Esta es la entidad, que mientras pagó puntualmente el
Bonus a sus directivos, no lo pagaba al resto de la plantilla a pesar de
tenerlo ya provisionado, con la excusa de haber realizado unas dotaciones que
originaron pérdidas, cuándo las podían haber realizado al año siguiente y que,
aún teniendo sentencia en contra, siguen sin pagar.
Y como no, también hay espacio para manifestarse por patrocinio
al equipo de motociclismo de Marc Márquez y de su hermano, del que nadie sabe
ni lo que supuso ni lo que se obtuvo, realizado con un balance ya en pérdidas y
siendo una entidad intervenida. Las comidas semanales de componentes de la
dirección en el restaurante, propiedad de la esposa de Adolf Todó –ex empleada de Catalunyacaixa, por cierto y
con una carrera tan ascendente como fulgurante hasta su salida… ¿incentivada?-.
El exceso de miembros de la dirección, con parejas incluidas, a los viajes por
Europa de incentivos de sus comerciales con más ventas. La asistencia a los Maratones
de NY y Londres, de algunos directivos, etc. etc.
La cuestión no es cuántas de estas situaciones son
reales o no, sino cuántas son demostrables y quiénes piensan hacerlo, porque al
final, tan inútil es criticar al aire como defenderlo. Y lo que se está jugando
la plantilla de CX es precisamente eso: o jugar a favor de quienes prefieren “dejar
hacer, dejar pasar” o conseguir lo que se merecen, poniendo además coto a unos
personajes que alardean de una impunidad demasiado sangrante y flagrante.
En sus manos lo tienen, porque ellos lo tienen todo, y
no únicamente el derecho, la razón y el favor de la gente en contra de esa
subespecie de directivos, que han gestionado esta entidad y tantas otras, sino
que tienen las pruebas tangibles y los datos materiales en sus manos para
hacerlo.
Yo lo haría, como lo estoy haciendo ya aquí en la humilde
medida de las posibilidades de un blog, y en la medida que esos centenares de
comentarios se atrevan a dar un paso más.
Porque si no se da un paso adelante, sólo
quedará el lamento y miles de anónimos comentarios.
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