Situémonos
en noviembre del año 2010.
Fernando Casado, hasta la fecha director general del
IEF (Instituto de la Empresa Familiar), es nombrado nuevo presidente de
Catalunyacaixa, en relevo de Narcís Serra, que había ocupado el cargo desde el
2005. En esa mismas fechas, además, se había culminado, sólo pendiente de la aprobación
correspondiente por la asamblea de la entidad, la fusión entre Caixa Manresa,
Caixa Tarragona y Caixa Catalunya.
El
nombramiento de Casado, según se citaba en la
prensa, era fruto del pacto entre las Diputaciones de Barcelona
y Tarragona, por tanto, también del consenso entre PSC y CiU, contando además
con el apoyo y aval del departamento de Economía de la Generalitat y el Banco
de España. Considerando el solvente y amplio prestigio de Fernando Casado en
numerosos ámbitos empresariales y económicos de este país, no es aventurado
afirmar, que contaba además con el respeto y máxima
consideración de muchos otros “elementos” de prestigio para su nombramiento.
Hacer
una breve reseña de la trayectoria
profesional de Fernando Casado es harto difícil, atendiendo a su dilatada trayectoria
profesional. Licenciado en Económicas y Empresariales por la Universidad de
Barcelona, actuario de seguros y Doctor en Ciencias Económicas. Es catedrático además, de economía
de la empresa y de economía financiera y contabilidad.
Además
de dirigir el IEF, ha tenido vinculación con múltiples compañías en calidad de
asesor a lo largo de su trayectoria profesional, entre las que figuran Ernst
& Young, Fibanc, Media Planning, Cap Gemini y Asepeyo. Es también miembro
de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras, miembro de la Real
Academia de Doctores y presidente de la Escuela de Administración de Empresas.
También fue decano de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona
y vicepresidente del Círculo de Economía entre 1992 y 1995. La Fundación Bosch
i Gimpera, el Círculo Ecuestre y la Family Business Network son otras de las
entidades con las que ha estado vinculado.
Reconocido
en numerosos ámbitos como un trabajador incansable, cuenta con el
reconocimiento no sólo de las grandes compañías españolas de capital familiar,
sino de toda la clase política, con quien ha negociado codo con codo, multitud
de reformas legislativas para la mejora de la competitividad empresarial.
Sus
17 años al frente del IEF, uno de los lobbies empresariales más influyentes de
España, le han convertido en una de las personas mejor relacionadas del mundo
de los negocios y con un merecido prestigio de persona discreta, sería y de
confianza.
Ya en el momento de su nombramiento fue
comentado el excesivo contraste a nivel de prestigio y experiencia entre él y
Adolf Todó, director general de la entidad desde el 2008. La elección de Fernando Casado fue unánimente valorada, como de una
excelente elección y de gran beneficio para la entidad. También se intuía que podría
ser fuente de conflicto por las diferencias de talante y perfil entre ambos. Incluso la propia Diputación de Barcelona, al pronunciarse por
quién debería ocupar el cargo, declaró
que “se tenía que buscar un perfil equivalente al del director general”.
A
los 3 escasos meses de su nombramiento, Fernando Casado presentó su dimisión.
De la versión oficial de las razones, sólo tenemos la que apareció en la
prensa: discrepancias salariales.
Según
lo publicado
entonces, Fernando Casado no estaba conforme con su remuneración de 200.000€, en
línea con la que recibía su antecesor Narcís Serra, y los 800.000€ que él mismo
había acordado en el momento de su contratación y que le fue aceptada por los
órganos competentes de la Generalitat. La misma retribución, por cierto, que
venía cobrando por su cargo en el IEF, ni un euro más ni menos. Lo cual, teniendo
en cuenta su prestigio profesional primero, y segundo, que le fueron a “buscar”,
puede ser cualificado de muchas maneras, pero entre ellas, ninguna próxima a la
ambición y desfachatez retributiva tan en boga y conocida últimamente en los ámbitos
directivos del sector financiero, especialmente el nacionalizado.
Pero
al parecer, en la primera reunión de la comisión ejecutiva de la entidad el asunto
explotó, alegando que realmente Fernando Casado no cobraba en su antiguo cargo 800.000€
sino 600.000€ y que tal retribución no tenían razón de ser para una presidencia
que se pretendía no tuviese funciones ejecutivas, sino únicamente
representativas y honoríficas. Tampoco para una entidad que había realizado una
reciente reducción de 1.500 puestos de trabajo, y que incluso, en aquellos
momentos pretendía implantar una reducción general del 5% en todos los sueldos.
Al
parecer ese tipo de argumentos, no fueron suficientes a esa misma comisión
ejecutiva, cuándo ese mismo año, su director general Adolf Todo, se incrementó
su sueldo fijo un 33%, pasando precisamente de cobrar 600.00€ a 800.000€. El
mismo año en que Catalunyacaixa recibía su primera inyección
de capital del FROB: los primeros 1.250 millones de los 17.293 recibidos
hasta hoy.
O
los argumentos no eran suficientes o la comisión ejecutiva fue obediente y sumisa
a los mismos intereses en ambos asuntos. No obstante, debemos alegar completa
ignorancia de cómo y de qué manera se preparan, discuten y deciden los asuntos
en este tipo de reuniones de alto nivel, tanto antes, como durante o después. Y
a buen seguro, que lo que se ve en las películas, no es cierto ni de fiar.
Al
final y tras varias negociaciones, Fernando Casado se negó a continuar ante
tales circunstancias, y con la misma profesionalidad e independencia con la que
había aceptado su cargo, se negó a
convertirse en un presidente sin más responsabilidad ni función, que la
representación y sin capacidad de decisión ninguna.
Conclusión
aparente: Fernando Casado dimitía por pretender cobrar demasiado para su
función real.
Pero
más allá de estas cuestiones, era un secreto a voces y como tal, hasta la
prensa se hizo eco en su momento, que la relación entre él y Adolf Todó estaba impregnada de grandes diferencias. Para éste último, su voluntad pasaba por concentrar
la máxima y única capacidad de decisión de Catalunyacaixa, sin tener que
consultar, ni por supuesto obedecer, a un presidente por encima de él, a nivel
decisorio.
De
hecho, Adolf Todó, en una entrevista que le realizaron en el programa Ágora de
TV3 en febrero del 2011, manifestaba su disconformidad con la conversión de la
entidad en banco. Un posicionamiento que, al parecer, no era conocido por el
propio Fernando Casado, lo que provocó un revuelo considerable en la entidad,
según citaba la prensa de entonces.
Existen
declaraciones
del propio Fernando Casado que dejan poca duda de que su visión no pasaba
precisamente por un papel poco relevante. Nada más ser nombrado, declaró que su
deseo era “"aglutinar el consejo de administración para que todos puedan
trabajar de una manera eficiente y dinámica".
Qué
cada uno apueste por la razón real de su brevísimo mandato. Irónicamente,
podría decirse que si en los tiempos que corren un Papa puede dimitir, por qué
un presidente de una entidad financiera no puede hacerlo tan sólo con 3 meses
en su cargo ¿verdad? Pero tres años después de aquellos acontecimientos, el
perfil de ambos protagonistas: Fernando Casado y Adolf Todo y la perspectiva
histórica de las decisiones y resultados de la actual dirección de
Catalunyacaixa, dan un reducido margen de incertidumbre para decantarse por los
motivos reales.
La directiva de Catalunyacaixa sigue en el mismo punto y lugar. Su trayectoria, resultados y situación actual de la entidad que dirigen, está a disposición de todo el mundo y son de sobra conocidos.
Fernando
Casado, por su parte, se puso al frente de un nuevo proyecto, el Consejo Empresarial para la Competitividad,
que aglutinaba una veintena de grandes empresas españolas, como como Santander,
BBVA, Mapfre, Telefónica, El Corte Inglés, Mercadona, Iberdrola, Repsol,
Inditex, ACS, Ferrovial, Acciona, el grupo Planeta, Criteria, el Grupo Barceló,
etc., con el objetivo esencial de recobrar la confianza de los mercados
internacionales en la economía española.
Fuentes:
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